El Soldado es Pueblo Uniformado

Por La Madre Teresa de Chalchihuites

Fotografía relevante a la nota.

Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México (Foto- Presidencia Página 24 Zacatecas)

“Como mexicanos es necesario estar unidos en el proyecto de nación que está en marcha, porque lejos de las diferencias de pensamiento que pudieran existir nos une la historia, el amor por la tierra que nos vio nacer y la convicción de que sólo trabajando en un mismo objetivo podremos hacer la realidad, esta realidad que cada día sea más prometedora”: General Luis Cresencio Sandoval.

 CHALCHIHUITES, ZAC.- Domingo 21 de noviembre de 2021.- Glorifi ca mi alma el Señor y mi espíritu se llena de gozo al contemplar la bondad de Dios mi Salvador. Gracias, oh Señor, por mandarnos tu luz misericordiosa que nos permitió salir del oscuro túnel en que el perverso, corrupto, fraudulento y mendaz exgobernador, Alejandro Tello Cristerna, nos mantuvo desde el 12 de septiembre de 2016, hasta el 11 de septiembre de 2021, que logramos salir con el poder del voto ciudadano y del milagroso Santo Niño de Atocha. Amén.

 El Soldado es Pueblo Uniformado, por eso Nunca Traicionará a su Gente

ME ENCANTÓ el mensaje que dio el señor Presidente de México, don Andrés Manuel López Obrador, al encabezar el desfi le militar por el 111 Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana, es extenso, pero no tiene desperdicio alguno, les leo:

“COMO sabemos -inició el señor Presidente-, las tres grandes transformaciones registradas en la historia patria, la Independencia, la Reforma y la Revolución lograron avances esenciales muy importantes.

EL MOVIMIENTO de Independencia, aunque comenzó con el noble propósito de la defensa de los pobres y de la abolición de la esclavitud, su fruto principal fue la creación de nuestra nación soberana.

EL MOVIMIENTO de Reforma, aunque tampoco concretó nada en beneficio del pueblo raso, hizo el milagro de separar, antes que en otros países, el poder clerical del poder civil, convirtiendo en realidad la frase bíblica de ‘al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. Consumó, además, el movimiento de Reforma la hazaña de enfrentar y derrotar al ejército francés, el más poderoso del mundo en esos tiempos, para lograr la segunda independencia de México.

PERO LA Revolución de 1910 es la transformación más popular y profunda que se haya registrado en nuestro país. Tengamos en cuenta que desde la Independencia y durante todo el siglo XIX la estructura de dominación colonial permaneció prácticamente inalterable, los pobres siguieron siendo, en su inmensa mayoría, peones acasillados en haciendas rurales o mozos en las ciudades. La justicia social no existía ni en el discurso; tampoco la mayoría de la población participaba en política, actividad reservada a las élites liberales o conservadoras.

RECUÉRDESE que, en más de medio siglo, el poder lo detentaron dos hombres fuertes o tiranos: Antonio López de Santa Anna, que fue 11 veces presidente de México; y Porfi rio Díaz, quien gobernó, mandó por 34 años. Este último personaje se empeñó en hacer progresar al país mediante el restablecimiento de la esclavitud y con la supresión de las libertades políticas.

EL AUGE del henequén en Yucatán, el de la caña de azúcar en Morelos, el de la industria textil en Veracruz, Puebla y Tlaxcala, o el de la minería en Durango, Chihuahua, Sonora o Baja California Sur, por sólo poner algunos ejemplos, se logró mediante el despojo de tierras a comunidades indígenas y con el sistema de enganche que esclavizaba de por vida a los trabajadores y a sus familias.

EN EL porfi riato la esclavitud se llegó a ver como un mal necesario. El periódico El Universal de aquella época, predominante en los años 90 del siglo XIX, sostenía sin recato alguno que la esclavitud era una forma de progreso económico, aunque pareciera una blasfemia a la metafísica, y ponía el ejemplo de Yucatán, donde el progreso del henequén se debía a la esclavitud de los mayas.

OTRO ejemplo del desinterés del régimen por el pueblo lo encontramos en 1892, cuando lo dirigentes de la confederación obrera de las fábricas del Valle de México envían un escrito a Porfi rio Díaz por demás realista, doloroso, conmovedor, en el que le piden su intervención para que garantice el derecho al trabajo y a mejores condiciones laborales. En su argumentación le expresan:

‘EL OBRERO de México, señor presidente, en vano consagra su vida entera al trabajo. El obrero tiene en el presente una existencia angustiosa para procurar un mezquino alimento a su familia y en el porvenir sólo espera una vejez impotente, amargada por la miseria y afl igida por enfermedades.

LE DICEN:

‘NOSOTROS NO conocemos el ahorro, ese aliciente para el futuro que aseguraría el pan y la educación para nuestros hijos, y para nosotros algún descanso cuando se extinguiera nuestra fuerza física o cuando una mutilación -tan frecuente- nos impidiera trabajar’.

LA RESPUESTA corrió a cargo del entonces secretario de Hacienda, Matías Romero, en la cual se describe con claridad el pensamiento dominante y el carácter clasista de ese régimen. El funcionario sostiene, cito textualmente:

‘NO HAY TEXTO legal que autorice al gobierno a decretar salarios, ni precios, ni horas de trabajo’ y remata: ‘tampoco el gobierno podría contraer la obligación de suministrar trabajo al obrero; el trabajo está sometido por un ineludible fenómeno natural a la ley de la oferta y la demanda’. En realidad, demagogia aparte, el gobierno incumplía su responsabilidad social porque estaba convertido en un simple comité al servicio de una minoría, al servicio de potentados.

ANTE ESTA realidad de opresión y falta de libertades, el candidato presidencial, opositor al régimen, Francisco I. Madero, da a conocer en octubre de 1910 el Plan de San Luis Potosí, en el que, desde Laredo, Texas, convoca al pueblo a tomar las armas para derrocar a la dictadura. En el plan se decía de manera clara, breve y contundente, cito:

‘MÉXICO ESTÁ gobernado por una tiranía que ha pretendido justifi carse a sí misma con los benefi cios de la paz y de la prosperidad material. Pero esa paz no descansa en el derecho, sino en la fuerza, y esa prosperidad sólo benefi cia a una minoría, no al pueblo ni a la nación.

EN CONSECUENCIA, sólo quedaba el recurso de arrojar del poder a los usurpadores, por lo que se designaba el domingo 20 de noviembre para que a las 6:00 de la tarde en adelante todas las poblaciones de la República se levanten en armas.

LA NOTICIA corrió como pólvora. El 14 de febrero de 1911 Madero entra al país por Chihuahua, se pone al frente de los revolucionarios y, luego de fracasar en Casas Grandes, monta el cerco para la toma de Ciudad Juárez con el apoyo militar de Pascual Orozco y de Francisco Villa.

ESTOS acontecimientos causaron gran impacto en la opinión pública y la revolución maderista cundió por todo el país; había grupos rebeldes por todas partes. En marzo se levantan en armas los campesinos de Morelos, encabezados por Emiliano Zapata.

EL HISTORIADOR Alfonso Taracena relata que toda la República estaba envuelta en el fuego de la revolución. Los caciques de los pueblos y los amos y mayordomos de las haciendas huían y se ponían a salvo ante la furia de la peonada.

EL 10 de mayo de 1911, el general Juan N. Navarro, defensor de la plaza de Ciudad Juárez, se rinde ante los revolucionarios.

EL 21 de mayo en la noche, frente a la aduana de esa histórica ciudad, se fi rmó el convenio de paz que incluía el compromiso de denuncia de Porfi rio Díaz, el nombramiento de Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores, como presidente interino, la expedición de la convocatoria a elecciones generales en los términos previstos en la Constitución, el cese de hostilidades y el acuerdo de que las tropas revolucionarias serían licenciadas a medida que en cada estado se fueran dando los pasos necesarios para reestablecer y garantizar la paz y el orden público.

EL 25 de mayo, Porfi rio Díaz renunció a la presidencia que había ocupado durante tres décadas. El viejo dictador, ya en calidad de expresidente, salió de la Ciudad de México en la noche rumbo al puerto de Veracruz, la escolta que custodió el tren estaba al mando de Victoriano Huerta, y el día 27 embarcó en el vapor “Ypiranga” rumbo a Europa.

MIENTRAS tanto, Madero viajaba de Ciudad Juárez a la capital, y en todo el trayecto era aclamado por el pueblo, más no tanto como el 1º de junio de 1911, cuando hizo su entrada triunfal aquí, en la Ciudad de México, donde lo esperaban alrededor de 100 mil personas. La recepción fue espléndida, muy parecida a la que se le tributó al presidente Juárez el 15 de julio de 1867, una vez consumada la victoria de la República sobre el imperio y del liberalismo sobre la reacción conservadora, dos memorables momentos de la historia de México.

LA REVOLUCIÓN maderista fue verdaderamente efi caz. En sólo seis meses, a partir del 20 de noviembre de 1910, cuando se llamó al pueblo a tomar las armas, se consumó el derrocamiento de Porfi rio Díaz. Hubo pérdida de vidas humanas, 14 mil hombres muertos en el campo de la revolución, según estimó Luis Cabrera en septiembre de 1912; pero este saldo, por siempre lamentable, resultaría menor al que se registró en las etapas posteriores de mayor violencia.

LA LIBERTAD se había conquistado sin muchos problemas, los daños a las actividades productivas fueron mínimos y se respetaron la vida y los intereses de los extranjeros, no hubo fuga de capitales ni se debilitó la hacienda pública.

UN MES después de la entrada de Francisco I. Madero a la Ciudad de México, se informa que el corte de caja practicado en la Tesorería General arrojaba una existencia de 63 millones 70 mil pesos. Sin embargo, el trabajo para desmontar al viejo régimen y cumplir con las demandas de democracia y justicia estaba aún por comenzar.

POR SU proceder limpio y transparente como ser humano y hombre público, Madero ya ha sido juzgado por el tribunal de la historia y está colocado en el lugar que le corresponde entre los grandes héroes de México. Desde la campaña electoral su principal ofrecimiento al pueblo de México fue hacer efectivo el derecho a la libertad, y en eso cumplió con creces. Como dirigente y mandatario siempre luchó por alcanzar ese ideal que, según sus convicciones, traería aparejada la prosperidad y la paz.

ES CIERTO, cometió errores y no supo entender y enfrentar el problema agrario; pero, más allá de sus fallas, se adelantó como nadie a su época, fue un visionario genial, un idealista extraordinario, víctima del atraso cívico del país y de la enorme difi cultad que entrañaba derrumbar a un régimen pervertido como el de Porfi rio Díaz para construir una República verdaderamente democrática.

CON LOS asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez inicia la etapa más violenta de la Revolución mexicana, la cruenta lucha armada ensangrentó al país. Según cálculos de don Jesús Silva-Herzog, de 1913 a 1917 mueren por la guerra, el hambre y la epidemia de tifo, alrededor de un millón de mexicanos.

PERO, aún con el pesar de este doloroso sacrifi cio, no se puede sostener que la lucha revolucionaria haya sido en vano, como a veces sostienen los conservadores de manera insensata, tampoco se puede decir que al fi nal resultó más de lo mismo.

ES INDUDABLE que la lucha del pueblo por su emancipación, acompañada de las sinceras convicciones de sus dirigentes, dio lugar a conquistas sociales muy importantes que marcaron con claridad la diferencia entre el porfi riato y el periodo posrevolucionario.

POR EL sacrificio de los mexicanos que participaron en esa gesta que hoy conmemoramos, no por concesión gratuita, se creó un nuevo orden social con mayor movilidad y justicia, es decir, de ningún modo fue infructuosa la lucha contra la dictadura.

GRACIAS a ese movimiento popular en la Constitución de 1917 se reconocieron las principales demandas de nuestro pueblo: el derecho de los campesinos a la tierra, el salario mínimo, la jornada de ocho horas, la organización sindical, la seguridad social, el derecho a la educación, y a pesar de fuertes presiones de las compañías y gobiernos extranjeros, se logró recuperar el dominio de la nación sobre las riquezas naturales; en particular, se logró rescatar el petróleo.

HOY PUEDE decirse que en estos aspectos en la procuración de justicia social y en hacer valer la soberanía, todos los presidentes de la época inmediata a la Revolución hicieron su parte; sin embargo, en el terreno de la democracia, con excepción de Madero, prácticamente nada aportaron los gobernantes revolucionarios.

EN ESE aspecto, aunque se logró derrocar la dictadura de Díaz y su engendro huertista, el pueblo permaneció al margen de la toma de decisiones y el poder, como en el porfi riato, se siguió concentrando y ejerciendo en benefi cio de una élite, el grupo político surgido de la Revolución no tenía realmente vocación democrática.

POR ESO son interesantes y fecundos los tiempos que vivimos. La Cuarta Transformación que estamos llevando a cabo desde abajo y entre todos no sólo está haciendo realidad el sueño de justicia de nuestro pueblo, sino también el ideal democrático con el que nació la revolución maderista de 1910.

AHORA NO se impone nada, se manda obedeciendo, se respeta la Constitución, hay legalidad y democracia, se garantizan las libertades y el derecho a disentir, hay transparencia plena y derecho a la información; no se censura a nadie, no se violan los derechos humanos, el gobierno no reprime al pueblo y no se organizan fraudes electorales desde el poder federal.

EL PODER público ya no representa, como antes, a una minoría, sino a todos los mexicanos de todas las clases, culturas y creencias. El gobierno actúa con austeridad y se tiene autoridad moral, no se tolera la corrupción ni se permite la impunidad. En la práctica no hay fueros ni privilegios, se protege la naturaleza, se auspicia la igualdad de género, se repudia la discriminación, el racismo y el clasismo, y se fortalecen valores morales, culturales y espirituales, y se cuida y se promueve, como lo estamos haciendo el día de hoy, el patrimonio cultural e histórico de México.

LA INFAMIA cometida contra Madero nos ha enseñado que para un poder público dispuesto a transformar no hay mejor aliado que el propio pueblo. Nada bueno -lo digo de manera respetuosa, en términos políticos- nada bueno se puede esperar de políticos corruptos, de la prensa que se vende o se alquila, de intelectuales convenencieros y de potentados dominados por la codicia.

LA CLAVE está en la frase del presidente Juárez: ‘Con el pueblo todo, sin el pueblo nada’. En nuestro caso, si no estuviéramos respaldados por la mayoría de los mexicanos y, en especial, por los pobres, los conservadores ya nos habrían derrotado o habríamos tenido que rectifi car y someternos a sus caprichos e intereses para convertirnos en fl oreros o en títeres de los que se habían acostumbrado a robar y a detentar el poder económico y el poder político en nuestro país.

MÉXICO NO es de un grupo, de una minoría, México es de todos los mexicanos.

SIN EL apoyo del pueblo tampoco habríamos resistido la intensa campaña en nuestra contra emprendida desde los medios informativos convencionales y las redes sociales, ni habríamos podido hacer frente a una guerra sucia tan intensa y estridente como la que padeció y Francisco I. Madero, Apóstol de la Democracia.

SIEMPRE dijimos, ese fue mi lema de campaña por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en el año 2000: Por el bien de todos, primero los pobres. La expresión mencionada implica algo no menos importante. Atender a los más pobres es ir a la segura para contar con el apoyo de muchos cuando se busca transformar una realidad de opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor, más justa, igualitaria y fraterna.

ADEMÁS, hay algo que también heredamos de la Revolución, que en estos tiempos está resultando esencial para la transformación del país, me refi ero a la contribución comprometida de las Fuerzas Armadas. A diferencia de otros ejércitos, el nuestro surgió -no lo olvidemos- surgió para oponerse al golpe de Estado que culminó en el asesinato del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez. Surgió el ejército actual para defender la legalidad y la democracia. No olvidemos que el actual ejército nació al día siguiente de que fue aprehendido el presidente Madero aquí, en Palacio Nacional; lo aprehendieron un 18 de febrero de 1913 y al día siguiente, 19 de febrero de 1913, nació nuestro ejército.

DESDE ENTONCES, y por esa razón, por ese origen, los integrantes de las Fuerzas Armadas son leales a la Constitución y a las instituciones, no han pertenecido ni van a pertenecer -estoy seguro- a la oligarquía. Vienen de abajo y tienen como origen e identidad al México profundo, el soldado es pueblo uniformado y por eso nunca traicionará a su gente, nunca traicionará a la libertad, la justicia, la democracia, nunca traicionará el soldado mexicano a la patria”, ¿que les parece esta cátedra?-.

-ME HIZO retroceder a la Primaria, cuando había maestros de a deveras, eran verdaderos apóstoles de la educación, aunque muy rígidos, pues nos daban de reglazos en las manos-.

-ERAN otros tiempos, ahora los maestros son víctimas de sus alumnos en colegios fi fís, por lo regular-.

-PUES yo también les voy más a los profes de antes, porque los de ahora tiene tremendas faltas de ortografía, como Pascualito que en vez de escribir cajón, escribe “cagón”, jajaja-.

-BUENO, yo me voy. Se quedan con Dios y María Santísima de Guadalupe-.