A Pesar del Semáforo Naranja, Feligreses Acudieron a Templos y Capillas

Por Manuel Domínguez Caldera

Fotografía relevante a la nota.

Como cada año, feligreses católicos celebraron el tradicional Día de la Candelaria -poco les importó el semáforo naranja y los altos niveles de contagio-, por lo que acudieron a templos y capillas para la bendición de velas, cirios y figuras religiosas (Foto: Rocío Castro Alvarado)

Como cada año, feligreses católicos cele­braron el tradicional Día de la Candelaria -poco les importó el semáforo naranja y los altos niveles de contagio-, por lo que acudie­ron a templos y capillas para la bendición de velas, cirios y figuras religiosas.

Cabe señalar que de poco sirvieron los filtros y protocolos de salud en los accesos de los templos ya que, por ejemplo, en la Catedral Basílica del estado, se aglomeraron dentro del recinto, con la finalidad de recibir la bendición y algunas gotas de “agua ben­dita”. Sobre todo tomando en cuenta que los aforos deben ser, al menos, a la mitad de su capacidad y que se debe cuidar que no haya contacto entre los asistentes, pero nuevamente ganó la fe al temor del contagio.

Por parte de la Diócesis de Zacatecas, se recomendaron algunas medidas para desa­rrollar la jornada sin contratiempos y sin exponerse a riesgos de contagio. Por lo que exigieron el uso permanente de cubre bocas, la aplicación de gel antibacterial y el respeto a la sana distancia, entre otros.

Dicha celebración evoca o hace referencia a la visita que realiza la Virgen María al tem­plo para dar gracias por su hijo “Jesús”, es decir cuarenta días después del nacimiento. Por lo que se simboliza con las candelas o velas para dar agradecimiento por la vida.

Por ello, por varias calles del Centro His­tórico diversos transeúntes llevaban una o varias figuras religiosas de los nacimientos para ser bendecidas en los templos; sobre todo para concluir con la tradición de las fiestas católicas de fin de año y la Natividad de Jesús.

Además, como en cada celebración ca­tólica, diversos comercios se beneficiaron de la visita de feligreses, ya sea los que acudían a los puestos ambulantes a com­prar algún alimento o confitería, hasta los puestos colocados por las propias notarías o la Diócesis para vender figuras religiosas, rosarios, veladoras y cirios, entre otros objetos, “¡a precio de promoción, llévelo, llévelo!.