Carta al director

Señor director:

El Presidente Sánchez convocó, para el 19 de enero, una cumbre España-Francia en Barcelona. Eligió la capi­tal catalana para demostrar, al mundo, que “el proceso independentista catalán ha finalizado”. Pero el movi­miento independentista cata­lán lo ha desmentido con una multitudinaria concentración simultánea a la cumbre, pese a ser una mañana muy fría de un jueves laborable.

Sánchez y Macron se en­contraron en el majestuoso palacio que es la sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Pero tuvieron que realizar la cumbre rodeados de un gran dispositivo poli­cial y escondidos, mientras se celebraba una concentra­ción de 30 mil manifestantes frente al palacio. A pesar de la distancia de protección, se­guro que pudieron escuchar el ensordecedor silbato masi­vo al inicio de la cumbre.

Después, los manifestan­tes se dirigieron a protestar delante al consulado de Fran­cia. Y, por la tarde, Sánchez y Macron tampoco se libra­ron de la anomalía del día cuando quisieron visitar el Museo Picasso (dedicado al pintor Pablo Picasso). En el centro de Barcelona, cientos de policías cerraron la libre circulación de los peatones, con vallas, la policía agredió a manifestantes, pero aun así, Sánchez, Macron y sus guar­daespaldas tuvieron que es­cuchar gritos independentis­tas de reprobación mientras, sigilosos y compungidos, subían a sus coches oficiales.

Señor Sánchez, no intente deslegitimar la protesta dicien­do que ha fracasado. Pida las imágenes espectaculares, que captó el helicóptero policial que sobrevoló la concentra­ción, y tome nota del revés que le dio un pueblo digno, organi­zado y movilizado. En un día laborable por la mañana, una concentración de decenas de miles de manifestantes le han estropeado la pretensión de pa­searse como un César por una colonia catalana sometida.

Desde el parón por la pandemia, es la cuarta mani­festación multitudinaria del independentismo catalán en los últimos cinco meses (11 de septiembre, 1 de octubre, 6 de diciembre y 19 de ene­ro, toda una demostración de fuerza de un movimiento que siempre se ha mostrado democrático, no violento, pero contundente y multitu­dinario). Y, como la raíz del problema político no se ha solucionado: Cataluña quie­re ejercer su soberanía polí­tica, la determinación por la independencia sigue intacta y hemos vuelto a demostrar que no vamos a parar hasta conseguirla.