Jiménez del Teúl.- A trescientos kilómetros de la capital Zacatecana, en el municipio de Jiménez del Teúl se realiza cada año, desde su fundación en 1591; durante la Semana Santa, la enigmática y colorida “Judea”, en la este año, alrededor de entre 60 y 80 participantes representa de manera teatral-ancestral la pasión de Cristo.

Con pocos cambios desde su origen, uno de los pasajes más significativos del catolicismo, se entrelaza con las tradiciones de los pueblos originarios de la región de lo que hoy es Zacatecas y su frontera con Durango, Nayarit y Jalisco; muestra la interpretación que estos pueblos tuvieron del acto litúrgico al momento de la conquista espiritual.

Esta celebración forma parte del imaginario colectivo de un pueblo, que por casi 400 años ha representado, con pocos cambios desde su origen, uno de los pasajes más significativos dentro de la religión católica, con los matices que imprimieron los antiguos pobladores del lugar, así como con la interpretación que tuvieron de este acto litúrgico al momento de la conquista espiritual.

La Judea comienza el Domingo de Ramos con una peregrinación de la capilla de la Guadalupana, ubicada a la entrada del pueblo, hasta el templo principal, dedicado a San Andrés apóstol.

Los lugareños caminan hasta dos días para recolectar en la sierra el laurel y la palma, con los que se hacen los ramos. La procesión es acompañada por los sonidos característicos de La Judea: una tambora y un cuerno de vaca.

El lunes y el martes los “Judíos”, personajes principales y con más colorido de la celebración, preparan sus atuendos, que consisten en calzón de manta, camisa blanca, pañoletas bordadas, huaraches y sus principales rasgos, un bonete con festones multicolor, así como pintura negra y roja en la cara.

El miércoles por la tarde se representa la aprehensión de Jesucristo. En el templo se reúnen los judíos y la gente del pueblo, para recrear mediante un coloquio la escena en que Judas traicionó y entregó a su maestro.

Luego la imagen de Jesucristo es puesta en una enramada de sauz, a modo de cárcel, donde es velado. El Jueves Santo, la tambora y la vaca anuncian a los judíos que llegó la hora de reunirse. Se forma un grupo de más de 50 participantes, todos con vestuario único, de gran colorido, quienes corren por las calles anunciando la próxima muerte del mesías. Por la tarde se recrea el lavatorio de pies.

Para esto se seleccionan 12 hombres, quienes son vestidos de blanco en una ceremonia íntima por las mujeres de sus familias, posteriormente son escoltados por los judíos hasta el templo, donde el sacerdote les lava los pies y bendice el pan que llevan consigo, mismo que es repartido al final de la celebración litúrgica.

El Viernes Santo es el día más representativo. Los participantes se levantan desde muy temprano para perseguir por las afueras del pueblo a los “barrabases”, personajes que representan a Dimas, Gestas y Barrabás, los ladrones que serían crucificados junto a Jesús. Se realiza una procesión en la que se conmemoran las estaciones del Viacrucis.

Se reúne el pueblo para caminar una vez más desde la capilla de la Guadalupana hasta el templo principal; en el trayecto se van deteniendo en los altares colocados afuera de casas previamente seleccionadas para rememorar la Pasión de Cristo.

Este día se presentan demás personajes relacionados con el calvario de Jesucristo, como las mujeres piadosas, las verónicas, los jueces, las muertes o los centuriones, cada uno con un atuendo y características distintivas, que van recreando, en silencio –a excepción de las muertes y los judíos-, los últimos momentos en la vida de Jesús.

La celebración termina con la crucifixión de Jesús y su sepultura, momento para el que se adorna un féretro con flores que dan en ofrenda los judíos, quienes luego lo escoltan en un último recorrido hasta el templo, donde es adorado el resto del día.