“No Cierren los Ojos Ante el Dolor Ajeno”

Por Miguel Alvarado Valle

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Sigifredo Noriega Barceló (Foto: Rocio Castro Alvarado)

En su homilía dominical del 22 de junio, el obispo de la Diócesis de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, hizo una re􀃀exión sobre el sentido del seguimiento de Cristo, la importancia del amor como motor de vida, y la responsabilidad de los creyentes ante los desafíos personales y sociales.

Desde el altar, resaltó que la pregunta “¿Quién es Jesús para mí?” Enfatizando que no puede quedarse en una fórmula memorizada, sino que debe ser una respuesta viva que atraviese cada etapa de la existencia, “de la respuesta va a depender el sentido que tenga la vida y la muerte, el amor y el sufrimiento”, afirmó.

El obispo partió del pasaje evangélico en el que Jesús cuestiona a sus discípulos sobre su identidad, y Pedro responde que Él es el Mesías.

Para Noriega Barceló, esa pregunta se repite hoy, no sólo a los 􀂿eles reunidos, sino a todo creyente que se enfrenta al dolor, a la cruz y al misterio de su propia historia.

“¿Quién es Jesús para mí en esta etapa de mi vida? ¿Qué significa en medio de mis problemas, de mis dudas, de mis sufrimientos?”, interrogó con tono meditativo. Uno de los puntos importantes de su mensaje fue el significado de “tomar la cruz cada día” que, según explicó, no debe verse como un símbolo de derrota o resignación, sino como la expresión más plena del amor. Tomar la cruz, dijo, es vivir con humildad, con verdad, y con la disposición de ayudar al prójimo, “Amar duele, cuesta, implica desprenderse de uno mismo, de sus ideas, de sus seguridades. Y eso da miedo, genera incertidumbre, pero es ahí donde comienza el verdadero seguimiento de Cristo”, enfatizó.

En este sentido, hizo una mención especial a las familias que diariamente cargan con dolores y preocupaciones, pero que no dejan de amar.

Asimismo, Noriega Barceló vinculó esta espiritualidad del amor con el contexto social y político actual, comparándolo con el cambio climático, de la incertidumbre que viven campesinos por las lluvias, y de los conflictos armados que afectan a millones en todo el mundo.

Frente a esto, el obispo pidió no caer en la indiferencia ni cerrar los ojos ante el sufrimiento ajeno, “Orar por la paz no es una fórmula vacía. Es un compromiso de sensibilidad. Orar por quienes sufren las decisiones de otros, por quienes cargan la cruz sin deberla ni temerla”, expresó con 􀂿rmeza.

Además insistió en la necesidad de la oración, exhortando a los fieles a comprometerse con la construcción de la paz desde su entorno inmediato: la familia, el barrio, la escuela, la comunidad.

“No solo les toca a las autoridades; nos toca a todos. Lo que está en nuestras manos es no quedarnos callados, no volvernos fríos ante el dolor de los demás. El que sigue a Jesús no se desentiende del mundo”, señaló.

Finalmente, el obispo pidió a los asistentes tomar en serio las dos grandes llamadas  del Evangelio de ese día: responder con verdad a la pregunta de quién es Jesús, y tomar con amor la cruz de cada día.

“Pidamos que no le huyamos al amor, que sepamos construir la paz y que nunca, nunca caigamos en el pecado de la indiferencia”, concluyó.