“Al Campo se lea Agotó la Paciencia”, Truenan

Por Nallely de León Montellano

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Calera, Zacatecas.- Productores agrícolas de Zacatecas, de por lo menos 20 organizaciones de campesinos y productores realizan bloqueos intermitentes en las principales carreteras federales y las oficinas de dependencias, como parte de la protesta nacional por la dignidad del campo. (Foto: Adolfo Vladimir/Cuartoscuro)

Zacatecas amaneció con tractores a baja velocidad, camionetas cargadas de costales y cartulinas que repetían el mismo reclamo: “Al campo se le agotó la paciencia”.

En los accesos a la caseta de Calera y sobre la autopista a Aguascalientes, a la altura de la Colonia Osiris, productores organizados en la Unión de Pozos Agrícolas y otras agrupaciones del estado se sumaron al paro nacional. No llegaron a pelear, dicen; llegaron a hacerse escuchar.

José Antonio García, representante de la Unión, lo resume de corrido, como quien repite lo que ha explicado docenas de veces frente a la fila de vehículos: precios de garantía, apoyos y financiamiento oportuno, canales de venta directa sin coyotaje y, sobre todo, 􀃀exibilizar la Ley de Aguas Nacionales.

“Viene muy dura, muy estricta; trae sanciones que van a pegarle a los productores”, dice. A su alrededor, la escena se repite: hombres y mujeres de sombrero, gorras con logotipos de ejidos, radios de mano que silban con cada ajuste del operativo, cartones de café para el frío de la mañana. No es un grupo aislado. La protesta se convocó a nivel nacional y, de acuerdo con los voceros, participan organizaciones de 22 a 24 estados.

Solo en Zacatecas —afirman— se articularon alrededor de 20.La Unión de Pozos Agrícolas creció en cuestión de semanas de unos 500 agremiados a más de mil.

“Estamos en diferentes puntos del estado”, insisten, mientras enumeran los tramos con presencia de sus contingentes. A pie de carretera, la inconformidad se traduce en historias concretas. La cebolla que este ciclo “corrió” a 30 o 40 centavos por kilo obligó a muchos a tirar o rastrear la cosecha.

“No sacábamos ni los gastos de levantarla”, mencionan sin tapujos. Lo mismo advertían semanas atrás con zanahoria y otras hortalizas: al productor le pagan precios de miseria; al consumidor le cobran caro. Entre uno y otro, el “coyote” manda. Por eso, además de los precios de garantía, piden abrir canales comerciales directos con el Estado como árbitro y acompañante, no como espectador.

La lista de exigencias se ha ido afinando en asambleas y chats: sacar granos básicos —maíz, frijol, trigo, sorgo— de la referencia internacional de la Bolsa de Chicago; revisar la permanencia del sector agrícola en el T-MEC si los términos no protegen la soberanía alimentaria; precios de regulación en hortalizas; y financiamiento en tiempo, no cuando la temporada ya se fue.

“En agricultura, un minuto, una hora, un mes… te cambia la cosecha”, resume uno de los voceros, con la voz alzada para vencer el rugido de un tráiler que avanza con paso lento. Las broncas viejas también pesan. Mencionan expedientes atorados desde hace 10, 15 o 20 años en la Comisión Nacional del Agua; trámites que no caminan; ventanillas que no resuelven.

La “rigidez” normativa en materia hídrica es, para el bloque, una amenaza directa en un estado que depende de pozos y temporales cada vez más impredecibles. Piden personal capacitado y procesos simples: que lo que se anuncia se cumpla y que los tiempos administrativos no cancelen las siembras.

La escena alterna consignas con logística: alguien reparte agua; otro acomoda conos naranjas; una fila de coches se detiene y vuelve a andar al ritmo impuesto por los productores, que han optado por acciones intermitentes para no ahogar del todo el tránsito.

“Una disculpa a la sociedad”, repiten al micrófono.

“Es una manifestación pacífica y justa. Buscamos negociar”.

La petición inmediata es instalar mesas con el gobierno federal; que se escuche la voz de quienes, dicen, ponen los alimentos “en el desayuno, en la comida y en la cena” de cada hogar. El paro de hoy también es una declaración política de unidad.

Un representante lee un documento dirigido a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo: exigen un mercado nacional regulado por el Estado, con precios de garantía y apoyos directos que blinden al campo de los vaivenes externos.

“Aquí no hay colores”, insisten. “Hay un proyecto de vida”.

Nombran estados en solidaridad —Sinaloa, Chihuahua, Guanajuato, Tamaulipas, Sonora, Baja California, Michoacán, Jalisco— y advierten que vienen semanas decisivas: empiezan las trillas de maíz y frijol, y sin reglas claras el golpe se sentirá otra vez en los costos y en los hogares.

Entre consignas, aflora el dato que inquieta a todos: el frijol. El año pasado —relatan— se acopiaron 60 mil de 200 mil toneladas. Este ciclo, calculan, podrían ser 360 mil.

Zacatecas es el primer productor nacional y la pregunta no es retórica: ¿quién las va a comprar, a cuánto y cómo se va a mover ese grano sin que se hunda el precio en bodega y se dispare en el mercado? La jornada avanza con el sol en lo alto.

Hay radios que avisan lo que ocurre en otros puntos, teléfonos que proyectan transmisiones de organizaciones hermanas, y un rumor que sube desde el asfalto caliente: no quieren pleito, quieren atención.

“Hagamos equipo”, repiten, mientras vuelven a abrir el paso por unos minutos y la fila se estira hacia la siguiente curva.

La historia del campo zacatecano, hoy, se escribe entre cartulinas fosforescentes, motores encendidos y demandas de siempre: reglas justas para producir, vender sin intermediarios abusivos, agua para sembrar sin miedo a sanciones, y mesas donde alguien, del otro lado, se siente a responder.