Parábola del Fariseo y el Publicano
Por Miguel Alvarado Valle

Sigifredo Noriega Barceló, obispo de la Diócesis de Zacatecas (Foto: Rocio Castro Alvarado)
Durante su mensaje dominical, el obispo de la Diócesis de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, reflexionó sobre la importancia de la oración auténtica y humilde, señalando que ésta debe transformar la vida de quien la practica. A partir del evangelio del día, subrayó que la relación con Dios no puede estar centrada en uno mismo, sino en el reconocimiento de la propia fragilidad y la necesidad de su misericordia.
Explicó que la parábola del fariseo y el publicano ejemplifica dos formas de orar: una orgullosa, que presume méritos personales, y otra que nace del corazón, con humildad.
“El fariseo no hablaba con Dios, hablaba de sí mismo. El publicano, en cambio, reconoció su pecado y pidió compasión”, expresó, en este sentido, afirmó que Dios escucha al que se acerca con sencillez y verdad.
El obispo pidió a los fieles revisar cómo oran, especialmente en estos días en que se vive una intensa devoción popular por San Judas Tadeo y se prepara la conmemoración de los fieles difuntos. Señaló que llevar flores, encender velas o participar en peregrinaciones tiene sentido solo si existe un cambio interior, “la oración cuando es auténtica, cuando es correcta transforma la vida. Si no es así la oración, pues va a ser nada más un rezo, un ruido, una repetición”.
Noriega Barceló recordó que octubre es mes de las misiones y del rosario, por lo que la oración también debe sostener el compromiso cristiano y la responsabilidad con los demás. Destacó que antes de actuar, anunciar o ayudar, el creyente debe pedir humildemente la guía de Dios para que sea Él quien obre en las personas y en la comunidad.
Asimismo, invitó a asumir la oración como fuente de misión y de perseverancia, recordando la enseñanza de San Pablo, quien supo mantenerse fiel incluso en momentos de adversidad. Dijo que la vida cristiana implica constancia y confianza, aun cuando los resultados no sean inmediatos o no se viva en condiciones favorables.
Finalmente, exhortó a los presentes a cultivar una oración que nazca del amor y la verdad interior, no del juicio hacia los demás “la oración verdadera no juzga, no se compara, no presume”, señaló.
