“Un Pueblo no se Construye Solo”

Por Miguel Alvarado Valle

Imagen relevante a la nota.

El obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló (Foto: Rocio Castro Alvarado)

El obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, dedicó su homilía dominical a tres enseñanzas fundamentales: la misericordia incondicional de Dios, la invitación a levantarse y volver al Padre dando de sí mismos, y la conciencia de ser una sola familia y un solo pueblo.

Estas re􀃀exiones las expuso en el marco de una semana marcada por celebraciones marianas y en vísperas de las 􀂿estas patrias, subrayando que la fe debe vivirse como un camino de encuentro, fraternidad y alegría compartida.

La primera enseñanza se centró en el amor de Dios, Noriega Barceló explicó que, pese a los errores y extravíos de las personas, el Padre no se enfada ni abandona, sino que siempre espera con misericordia a sus hijos. Recordó las parábolas del Evangelio de San Lucas, en las que después de la pérdida de la oveja, las monedas y el hijo pródigo, siempre llega la alegría del reencuentro.

La segunda lección fue la necesidad de levantarse y volver al Padre, retomando el Salmo 50, señaló que el ser humano debe pasar de sentirse nadie a reconocerse como hijo de Dios, en esa relación 􀂿lial se encuentra la fuerza para ser hermanos y comunidad.

La tercera enseñanza giró en torno a la importancia de la familia y el pueblo, ya que invitó a tomar conciencia de que se comparte la misma tierra y el mismo cielo, con alegrías y di􀂿cultades comunes.

A partir de esa identidad compartida, subrayó la necesidad de construir un país más justo y habitable, cimentado en el respeto, la fraternidad y el apoyo mutuo, “Un pueblo no se construye solo, una familia no se construye sola”, enfatizó.

En este marco, relacionó la fe con el espíritu patrio, recordando que la Independencia de México nació bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Señaló que las fechas de septiembre no son solo ocasión de 􀂿esta cívica, sino también un recordatorio de la misión de caminar unidos como nación, fortaleciendo la fe y la fraternidad entre los mexicanos.

Finalmente, aseguró que el destino del creyente es la alegría, “No estamos hechos para la tristeza, sino para el encuentro y la 􀂿esta”, dijo al destacar que Dios mismo se queda con su pueblo en la mesa compartida de la Eucaristía.