Familias Enteras Acudieron
Por Nallely de León Montellano

La muerte no significa ausencia, sino una cita amorosa con la vida (Foto: Diana Moreno Valtierra)
Desde temprano, los panteones de la capital zacatecana comenzaron a llenarse de vida. Familias enteras acudieron este primero de noviembre –día dedicado a los “angelitos” o fieles difuntos niños– para limpiar, adornar y preparar las tumbas donde mañana, 2 de noviembre, rendirán homenaje a todos sus muertos.
Con cubetas, escobas y ramos de cempasúchil en mano, los visitantes recorrieron los pasillos del Panteón de Herrera, La Purísima y los cementerios de colonias y comunidades, que ya lucen tapizados de amarillo, naranja, morado y blanco.
El sonido de las escobas, los rezos y las carcajadas se mezclan en una jornada que combina la nostalgia con la convivencia familiar. A las afueras de los camposantos, el tradicional tianguis del Día de Muertos se convirtió en un punto de encuentro social y económico.
Entre el ir y venir de compradores, los puestos ofrecen ores naturales y artificiales, coronas, veladoras, calaveras de azúcar, pan de muerto, tamales, champurrado y juguetes alusivos a la fecha.
Las floristas, con manos ágiles, confeccionan arreglos mientras cuentan historias de los clientes que año con año regresan “a visitar a los suyos”.
“Hoy venimos a dejar las flores de mi hija. Ella falleció hace diez años, y aunque el dolor no se va, venir aquí es recordarla con amor”, comenta doña Irene, mientras acomoda una veladora y una muñeca sobre una pequeña lápida.
A su alrededor, otras familias colocan fotografías, comida o los objetos favoritos de sus difuntos, preparando los altares que se llenarán de luz y música durante la noche. El ambiente, lejos de ser triste, es una celebración colectiva.
Los niños juegan entre las tumbas, las parejas prenden incienso, y los músicos afinan guitarras para acompañar con canciones las visitas a los panteones. La tradición, que mezcla el respeto con el gozo de compartir, reafirma la identidad de los zacatecanos como un pueblo que honra a sus muertos sin miedo, con ores, comida y memoria.
Mientras el sol cae sobre los camposantos, el aroma a cempasúchil y pan recién horneado anuncia que la ciudad está lista para recibir a sus fieles difuntos. Mañana, Zacatecas volverá a vestirse de velas, cantos y ofrendas, recordando que en México –y especialmente aquí– la muerte no significa ausencia, sino una cita amorosa con la vida.
